Aprende a darte el amor que te falta.
- Psic. Sugey Romo

- 14 ene 2024
- 4 Min. de lectura

Huérfanos de amor.
“Después de mi enésima ruptura, conecté de nuevo con mi vieja sensación de abandono, soledad y desconexión, me sentí como una niña abandonada, aturdida, sin saber qué hacer, ni a donde ir. Era experta en adioses, sabía las cosas que pasarían conmigo los días posteriores, días tristes, de pensar y pensar lo que yo había hecho mal para que se fuera.
Caí de nuevo en la estafa amorosa, esa de creer que por fin llegaría “ALGUIEN” así, con mayúsculas, que descubriría lo genial que era, que me salvaría de una vez por todas de mi dolor, de mi historia, que llenaría cada vacío con comprensión, ternura, entendería mis miedos, me apoyaría para lograr mis metas. Y entonces sí, yo sería FELIZ, sí también con mayúsculas”.
Así, mi consultante hablaba de lo que le pasaba. Buscaba desesperadamente que el amor la salvara de su dolor. Lo que ella descubriría más adelante, es que las parejas, en realidad, nos viene a mostrar las heridas más profundas, aquellas que están agazapadas, sedientas, esperando por fin ser escuchadas. Y las hemos sentido más de una vez con distintas parejas, pero no hemos podido descifrar el mensaje, un mensaje valioso, envuelto y disfrazado en señales de dolor.
Buscar amor y cuidado afuera para sobrevivir.
Desde pequeños comprobamos que necesitábamos a los demás para sobrevivir, especialmente de nuestros padres, para que nos dieran afecto, comida, techo y sustento emocional. Para algunos esto les fue dado a satisfacción, otros medianamente, para los menos afortunados, absolutamente negado.
Ya sea que fueran o no satisfechas estas necesidades, lograron ser adultos. Algunos, se desarrollaron como personas libres, emocionalmente equilibradas, seguras, con capacidad para establecer relaciones sanas y gratificantes. Sin embargo, hubo otros que, a lo largo de la vida, tendrán que hacer un esfuerzo consciente para aceptarse, cuidarse, confiar en sus capacidades, tener la certeza que son dignos de ser amados, alejarse de lo que les hace daño, poner límites y, en resumidas cuentas, procurarse el mayor bien.
El camino hacia el amor
Para iniciar el camino del amor hacia nosotros mismas, requerimos dos cosas, uno, dejar de pedir afuera lo que no somos capaces de darnos a nosotras mismas y dos, haber sufrido lo suficiente, es decir, hartarnos de los resultados que hasta ahora hemos tenido.
¿Pero cómo darme el amor que me falta? No hay expertos en amor, ni una manera única de dárnoslo, pero ayuda trazar marcos o guías de referencia que nos indiquen que nos acercamos a él, y si procuramos mantenernos dentro de estos márgenes, sabremos identificar cuando nos alejamos del amor y lo más importante, reconocer cuando otros nos sacan de ahí.
Las dimensiones del amor propio.
Existen muchas dimensiones del amor propio, o prácticas concretas que lo fomentan en nosotras. Te presento cinco, que considero importantes.
1.Autoaceptación.
La autoaceptación requiere actividades previas. La conciencia de uno mismo. Es detenerse, darse tiempo para conocerse y verse, pero verse de verdad. Sin juicio, sin severidad, con ternura. Esto puede ser difícil para quienes son rudas con su persona, pues tendrán miedo de ser demasiado indulgentes, porque aprendieron que con sólo críticas estrictas se puede evolucionar. Pero no. En esta primera etapa, debemos tener los ojos de una madre con un hijo, ¿Cómo tratarías a una niña que te muestra toda su vulnerabilidad? Debes proveerte la certeza de ser aceptada completamente por ti, con las luces y sombras, con tu físico, carácter, origen, historia, capacidades, complejos, miedos, vergüenzas y decir un rotundo SÍ, eso soy yo y lo abrazo.
2. El autocuidado.
Es cuidarnos en todas las áreas de nuestra vida, ser nuestro padre protector, nuestro guardaespaldas, es poner protecciones de seguridad y cuidado en nuestra dimensión física, emocional, relacional, laboral, material, que tiene que ver con las cosas que me proveo para vivir dignamente, mi salud financiera, y todo aquello que me permita vivir tranquila, cuidada y segura.
3. La autoafirmación.
Es pisar el mundo con nuestros propios pies, es confiar en nuestra capacidad de pensar, es actuar conforme a nuestros propios criterios, es escuchar nuestros instintos, es saber qué lo que decimos cuenta y es importante, es no tener miedo a diferir en nuestra opinión, a decir no, a poner límites, a protegernos del daño, a no justificar nuestras decisiones, a gritar cuando sea necesario, a saber irse a tiempo, tener cero tolerancias al abuso y la falta de respeto, a perder el miedo a no gustar. En resumidas cuentas, es ser valiente y atreverse a ser una misma.
4. Autodesarrollo.
Es conocer y reconocer nuestros talentos, darles espacio para su desarrollo y expresión. Dejar de tener miedo a nuestra luz. Confiar en nosotras, correr riesgos calculados, prepararnos, estudiar, practicar, probar nuevos niveles de destreza, dejar de autosabotearnos, es sentirse orgullosa de nuestra magia y compartirla al mundo.
5. Proyecto de vida y trascendencia.
Es darles sentido y propósito a los actos de nuestra vida. Es salir de nuestra individualidad y compartir con los demás lo bueno que hemos descubierto o logrado, para que en algún aspecto, la vida de los presentes y de los que vendrán sea mejor. Es entender que nuestro paso por el mundo es corto, que podemos dejar un legado al mundo a través de nuestro actuar, pensar, sentir.
Es posible amarme, después de muchos años de desamor.
Quizá hasta este momento crees que es demasiado tarde, que tu personalidad es como es, que incluso te has acostumbrado a tus hábitos y debilidades, que no tienes tanta suerte. Sin embargo, y no sólo porque lo digo yo, sino porque también la neurociencia lo afirma, podemos transformar nuestros patrones de vida, pensamientos, creencias y hábitos, que quizá en su origen, no elegimos conscientemente, pero hoy, a tus 20, 30, 40, 50, 60… Si pones enfoque (marca un objetivo), voluntad (ten una estrategia) y persistencia (activa tu carácter) es posible desarrollar un nuevo yo, ahora sí, elegido voluntariamente, un yo que es capaz de darse todo el cuidado y el amor que le faltó, para entonces encontrarse con otros desde un lugar distinto, no desde el miedo, la ansiedad y el dolor, sino desde la confianza, la serenidad y el amor. Sólo así, dejaremos, por fin, ser huérfanos y mendigos emocionales.

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